Las vacaciones en Monterrey estuvieron con madre (como dicen por allà), aunque tuvieron mucho de inusuales; eso sì, en ningùn momento desmerecieron y la combinaciòn entre la emociòn de conocer un lugar nuevo, una serie de situaciones tragicòmicas y la compañìa adecuada hicieron del viaje una muy grata experiencia.
El jueves de la semana pasada llegamos a la capital neoleonesa por la mañana. Adriana (a.k.a. La flaca), una amiga de mi chica, tuvo la buena onda de pasar por nosotros a la central de autobuses para llevarnos a casa de Irene (a.k.a. La cuñada), otra muy buena amiga de Sandra a quien conocì en septiembre del año pasado, cuando anduvo de visita por acà. Muy linda ella, se ofreciò a prestarnos su casa (ella vive por el momento en casa de su papà) para que no pagàramos hotel y estuvièramos còmodos, asì que con ese detallazo terminò de ganarse el cielo y de caerme a toda madre (ya era asì desde que la conocì, me pareciò una persona muy agradable, alivianada y sencilla).
El primer detalle
priceless de las vacaciones viene justamente aquì: un par de semanas antes del viaje le quitaron el medidor de luz a la casa. Al principio Irene pensò que se lo habrìa robado cualquier listo
hijo de perra, pero despuès de reportar el asunto a la
CFE resultò que no, que habìa sido la misma comisiòn la que habìa retirado el medidor por cuestiones que no vienen al caso aquì. Total que cuando llegamos nos dijo que no habìa problema, que habìa hablado con la comisiòn para ver
què pedo y ese mismo jueves iban a poner de nuevo el medidor, asì que tranquilamente desayunamos ella,
la flaca,
Gigia y yo en el comedorcito de la casa con la puerta abierta para que nos entrara algo de luz. Luego salimos al porche (¡una casita con porche! ese detalle me gustò bastante, como buena
rata citadina que soy nunca habìa estado en una) a platicar y a tomar unas
chelas. Bueno, en realidad sòlo yo estaba
cheleando, tenìa un antojo
cabroncìsimo por una
Carta Blanca y no me lo aguantè, asì que ellas todas lindas con sus botellitas de agua y el señor
empinando la caguama con gran placer. Despuès de un rato
la flaca se fue a su casa (posiblemente aburrida por estar sin luz) y asì pasamos toda la tarde: platicando...y a oscuras, esperando que esos
cabrones de la luz se dignaran en hacer su trabajo. Cuando la luz del sol ya no fue suficiente,
Gigia y
la cuñada fueron a surtirse de papitas, cacahuates,
pisto y velas para pasar la noche, asì que todavìa estuvimos un rato màs platicando, tomando
vodka y Carta Blanca (¡oh, deliciosa
champagne regiomontana!) y
echando botana. Casi lo olvido: como
plus, la estufa no se podìa utilizar porque es elèctrica y la regadera tampoco, por lo mismo; asì que Irene, en otro gentil detalle, nos ofreciò el baño de casa de su papà para darnos un regaderazo al dìa siguiente.
Hablando del papà de Irene, un respetable hombre tan agradable como su hija, tambièn se vio involucrado de modo involuntario en nuestro desmadre. El señor està chapado a la antigua, asì que cuando Irene le comentò que Sandra irìa acompañada por un hombre se sorprendiò, a lo que la cuñada tuvo que responder con lo primero que se le vino a la cabeza: le dijo que Gigia y yo èramos primos, asì que no habìa problema con que durmièramos solos en la misma casa. El don querìa que mi mujer se quedara a dormir con Irene y yo en la otra solito, lo cual me hubiera dejado -literalmente- con un terrible dolor de huevos por las noches. Afortunadamente no fue asì, aunque la verdad sì me siento algo culpable por haber participado en el engaño, y màs despuès de la amabilidad con que el señor nos permitiò entrar a su casa e incluso nos alimentò con unos deliciosos top sirloin a las brasas. Shame on me.
Retomando el hilo, la mañana del viernes la cuñada pasò por nosotros para llevarnos a casa de su papà y asearnos; empacamos un par de cambios de ropa (uno para el transcurso del dìa y otro para la noche y festejar el Año Nuevo con la familia de Irene), carguè la mochila y me adelantè a salir de la casa para fumar mientras ellas estaban listas; despuès saliò mi novia y al final la cuñada cerrando la puerta. Inmediatamente despuès del clic de la cerradura se quedò quieta, volteò a vernos y preguntò quièn traìa las llaves...adivinen: ¡se quedaron sobre la mesa! pues ahì estoy intentando abrir la cerradura con un sujetador para el cabello que me prestaron y nada, despuès saquè una tarjeta para botar el pestillo pero Gigia dijo que no era buena idea, que la puerta no se prestaba para eso, y yo hacièndole caso. Para no hacer el cuento màs largo de lo que ya es, decidimos buscar un cerrajero con tan mala suerte que todos los que encontramos estaban libres hasta la tarde, y cuando por fin conseguimos uno abriò la puerta con una pinche tarjeta, cobrando 200 pesos por eso. Los 3 nos volteamos a ver y en el acto nos cagamos de risa, aunque no pude evitar aventarle la moraleja a aquella: tenìa que aprender a confiar màs en su hombre y sus malas mañas.
Ya con las llaves de la casa en nuestro poder (y con la noche salvada, que si no las hubièramos recuperado hubièramos tenido que dormir separados) fuimos a comer a casa de la cuñada. Como mencionè antes, su papà nos preparò unos deliciosos top sirloin y salchichas a las brasas; fue muy amable, se tomò la molestia de preparar todo eso para nosotros. Eran unos cortes gruesos, jugosos, ¡exquisitos! cualquiera que me diga que las carnes argentinas son lo màximo se equivoca, la carne regia deja pendejo al corte màs grosso que pueda encontrar. Despuès de comer fuimos a dar el roll en el coche de la cuñada; como ya era tarde y por cuestiones de probables narcobloqueos y enfrentamientos a balazos entre mafiosos no era muy buena idea andar hacièndole al turista, terminamos yendo a un baratillo donde comprè una texana que me gustò bastante (y que a mi chica no le hizo ninguna gracia). Tenìa ganas de una desde hacìa tiempo, sobre todo por lo difìcil que es para mi usar gorras, sombreros o lo que sea debido a mi gran cabezota; tuve una hace tiempo pero la prestè y jamàs regresò, asì que no me pude resistir a comprar otra. Despuès a la cuñada le entrò llamada al mòvil de una amiga suya que lee el tarot, y como todavìa faltaba un buen rato para la cena fuimos a visitarla; como nunca me habìan leìdo las cartas y no tenìamos nada mejor que hacer quise probar y bàsicamente me dijo cosas que en su mayorìa ya sabìa: soy controlador, ambicioso, soberbio y en teorìa este año debe irme de huevos laboral y profesionalmente. Ah, y dijo tambièn que estoy enamorado (me pregunto si lo habrà notado por la forma en que trato a mi mujer).
La televisiòn estaba en el canal de noticias mientras hacìamos todo el numerito de las cartas, y no pudimos evitar poner atenciòn cuando dijeron que acababan de matar a 5 policìas en el municipio de Guadalupe (màs o menos a media hora de donde estàbamos). Tambièn nos enteramos de que el dìa anterior habìa aparecido colgada de un puente La pelirroja, una tipa que estaba involucrada con no sè quièn diablos, habìa sido apresada y luego rescatada por un comando armado para despuès ser ejecutada. Con los huevos en la garganta (bueno, en el caso Gigia y la cuñada, ovarios) nos despedimos de Argelia, la chica del tarot, y nos fuimos a cenar con la familia de Irene. Nuevamente la cocina regia hizo de las suyas en mi: un delicioso pastel de carne acompañado de spaghetti, flan napolitano casero y pastel de chocolate me dejaron en calidad de bulto y listo para empezar el año con la barriga llena y totalmente satisfecha.
Al dìa siguiente Irene nos llevò a
La cola de caballo, una cascada que se encuentra en un cerro dentro del municipio de Santiago, denominado Pueblo Màgico (supongo que porque ahì
desaparecen a los alcaldes a punta de levantones) y que ahora se ha convertido en Pueblo sin ley, ya que segùn nos dijo, toda la
banda pesada del
narco està acuartelada ahì. Unas cuantas fotos panoràmicas (y un regaño de Sandra por pararme en el borde de la barrera que separa a la superficie del voladero para obtener una mejor fotografìa), algunas tomas de la cascada, un litro de tequila preparado con sangrìa , y estaba listo para el siguiente detalle coqueto del viaje: nos dirigìamos al mercadito sobre la carretera donde venden
un chingo de cosas tìpicas de la regiòn y que no recuerdo còmo se llama. Ibamos a orillarnos para comprar dulces cuando un
Crossfox con placas del estado de Morelos se metiò
hecho la madre a nuestro carril y le pegò al costado izquierdo del
Corsa de Irene, sumièndole un poco la làmina. Los perseguimos un par de minutos ("perseguimos" es un decir, porque entre tantos coches en el carril lateral no era precisamente como una escena de pelìcula policiaca) hasta que se detuvieron y salieron del auto un tipo como de mi estatura y un enano con cara de maleante, ambos con aspecto de andar
hasta la madre de mota. Nos bajamos tambièn del coche y por suerte venìan tan
apendejados que soltaron el doble de
plata de la que costarìa sacarle el golpe al
Corsa, dejamos que se adelantaran y para pasar el mal sabor de boca compramos un pan de elote sabrosìsimo y algunas cosas para cenar en casa, nuevamente a media luz. Irene se despidiò temprano para estar lista al dìa siguiente, ya que viajarìa con nosotros de regreso a
Ciudad Mierda, y la luz de las velas siguiò ayudàndonos hasta quedarnos dormidos.
El domingo fue bastante màs tranquilo: Gigia y yo limpiamos la casa antes de empacar, almorzamos un delicioso rib eye y una papa asada rellena, despuès la cuñada nos llevò a comprar deliciosos cortes para traer a Crap City (¡ni de pedo iba a perder la oportunidad de seguir saboreando esa deliciosa carne!) y salimos de la carnicerìa con el tiempo justo para recoger maletas e ir a la central de autobuses. El viaje de regreso no tuvo complicaciones, llegamos el lunes a las 6 de la mañana, llevè a mi novia y a Irene a casa de mi suegra (està genial que se regresara con nosotros para devolverle un poquito de la hospitalidad y cortesìa que ella nos brindò allà en su rancho) y luego me fui a trabajar, quedàndome con algunas conclusiones acerca del viaje.
- Me gusta Monterrey, es una ciudad muy bonita (al menos las partes que pude ver de rapìdito y en el dìa, que el temor de encontrar un narcobloqueo no nos permitiò turistear tanto como hubiera querido); el Cerro de la Silla es impresionante, me enamorè de èl. Tambièn me encantò el Mitras, el centro de la ciudad -sobre todo la Fuente de la Vida, con la estatua de Neptuno guiando su carruaje rodeado de nereidas-, el Barrio Antiguo...estoy seguro de que hay muchìsimos rincones de la Sultana del Norte que, a pie y con calma, sin duda me encantarìa conocer.
- La comida me fascina, desde los cortes de carne hasta los tacos al vapor (muy parecidos a los tacos de canasta de aquì, pero acompañados de una salsa mucho màs rica que la tìpica verde con enormes trozos de cebolla con que los habitantes del Distrito Federal comemos los mencionados taquitos); la gente es màs amable de lo que creì, tomando en cuenta lo que siempre se ha dicho acerca de su trato hacia los visitantes capitalinos.
- El terror y la muerte que desde hace un tiempo azotan a la ciudad y al estado en general le rompen la madre, tristemente, a todo lo bonito que uno puede encontrar allà. Y odio que sì sea, que uno no pueda recorrer y conocer màs a fondo su propio paìs por temor a encontrarse con un montòn de traficantes hijos de puta que pueden coser a balazos a cualquier incauto que ande por ahì con la càmara (y los gumaros) en la mano.
- Me gusta ver que mi pareja tiene muy buen@s amig@s que la quieren y que estàn abiertos a tratar y conocer a su hombre (ese soy yo mero). Y por supuesto, reafirmo que viajar con ella y compartir momentos cagaditos, estresantes y privados -todos juntos en las mismas vacaciones, aunque no revueltos- es mi odisea favorita.
Siguiente parada: Monterrey. Otra vez. Las vacaciones de abril seràn el pretexto perfecto para repetir todas esas sensaciones y regresar, ahora si, con la memoria digital (de la càmara) y la propia repletas.
Now Playing: Walhalla - Negatives
Saludos Enfermos.